Desde los inicios de su trayectoria, podría afirmarse que David Heras Verde ha experimentado una profunda obsesión por el color, por sus problemáticas intrínsecas y su relación con el soporte que, sin embargo, ha logrado ir transformando en elocuentes imágenes y experiencias artísticas. En sus últimos trabajos, pertenecientes a la serie Determinismo, caos, azar e incertidumbre, DECAIN, el artista se aleja de su también vertiente tecnológica para reencontrarse con el viejo oficio: la pintura pura.
Con vagos ecos del expresionismo norteamericano y de la abstracción española más lírica, hay en estas piezas una aparente supremacía del color, tonalidades que han sido distribuidas por las telas bajo soluciones buscadas y por medio de múltiples técnicas, pero sin tener nunca el control absoluto, más bien provocando azarosos encuentros, caprichosas fusiones e irrepetibles convivencias. Decíamos que la composición está dominada solo en apariencia por los vívidos colores, pues otros de los componentes formales esenciales de estos trabajos se relacionan con las cualidades primarias de la materia, de las texturas y los volúmenes, aquí elevados a sutiles accidentes estéticos. En realidad, todos estos aspectos sirven para subrayar la idea central: la fuerza del gesto, el valor del temperamento. Son obras en las que a Heras le interesa más el proceso que el resultado final, cuando encuentra infinitas formas de habitar lo arbitrario, el desorden o el caos frente a lo establecido, la codificación meditada o la sobresaturación teórica.
De hecho, la selección de este dossier refleja de forma muy certera justamente los procesos creativos empleados por el artista y la propia evolución de la serie: desde las celebradas obras de gran formato, exhibidas en la mayoría de ocasiones sin bastidor, sirviéndose del propio efecto del peso y la caída de la tela como recurso expresivo; pasando por los más experimentales e iluminados homenajes a la luz artificial, al neón o al fluorescente, que tanto ha nutrido al arte conceptual y que Heras parece manejar aquí con cierto punto de ironía; incluyendo asimismo algunos de los últimos objetos intervenidos, pequeños elementos primarios como piedras recluidos en urnas; hasta las nuevas piezas de mediano o pequeño tamaño que, pese a su reducción, no sufren la pérdida de calidad o expresividad, sino que reafirman su enérgica expresión vital.
Quizá esta especie de vitalismo expansivo sea otro de los rasgos más definitorios de DECAIN, pues al sumergirnos en el recorrido por estos flujos de pintura líquida, riadas cambiantes y en movimiento, despliegues de emociones y pulsiones rítmicas, se configuran composiciones complejas que alcanzan una existencia propia. Nuevas metáforas de lo relativo, y nuevos modos del ser de David Heras.
La gestualidad de estas fuerzas recónditas se sirve de una paleta también en evolución, que exprime las posibilidades de las combinaciones, a veces fluidas, armónicas, más sutiles, otras más bien agresivas, interrumpidas por sugestivos contrastes. En todo caso, propuestas vitalistas lanzadas desde una reivindicación firme del presente que nos trasladan a experiencias plásticas muy intensas donde, como afirma el artista, surgen nuevas preguntas y también algunas respuestas en esta suerte de exaltación visceral de las complejas relaciones artísticas y vitales.
Además, desde hace cinco años hay una cita anual con el arte contemporáneo en la casa-taller de David Heras, quien desarrolla un proyecto con una pretendida toma de conciencia del estado de los artistas, el mercado y su relación con los públicos, pero sin por ello perder su carácter único y distendido. La Feria de Arte en Casa (FAC), que cuenta con la participación de cerca de un centenar de artistas, comisarios y especialistas del sector cultural, propone la configuración de un espacio de encuentro singular, en el que los artistas o agentes seleccionados e invitados a participar y exponer apenas están sujetos a limitaciones o imposiciones, y donde no se esconde ningún elemento de la cotidianidad, sino que se busca reforzar la idea de que el arte contemporáneo se articula igual de bien en una casa que en un museo, galería o feria.